El perfil del héroe épico - La areté (virtud) en la Grecia Arcaica
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¿Qué hace que un héroe sea tal? ¿Sus hazañas, su valor en batalla, la defensa de los inocentes? Pues... para los antiguos griegos, el héroe, como modelo de conducta, no necesariamente debía identificarse con estas características... de hecho, no lo hacía. El código de honor del héroe épico (y de los hombres de la aristocracia griega) se regía por su areté o virtud, determinada por aquello que se esperaba de estas personas. A continuación, indagaremos un poco más sobre la virtud de los héroes como Aquiles y Odiseo.
¿Cómo era el héroe en los relatos épicos?
La épica griega, como hemos visto en otras entradas, es un género literario de carácter oral popularizado en la Grecia antigua por aedos que recitaban al pueblo las glorias de los héroes de tiempos anteriores, perpetuando los ideales y la condición del hombre con gloria. Entre ellos destacamos a Homero, supuesto autor de la Ilíada y la Odisea. Veamos pues, la concepción del héroe en la cultura griega arcaica y sus vicisitudes correspondientes en relación con el honor, la rivalidad y la amistad.
Areté, la virtud del héroe griego
Personificación del Areté - Éfeso [2]
En ambas epopeyas se relatan las historias en tiempos míticos, donde la intervención divina era común para estos. Los hombres de estos tiempos no eran comunes, estos representaban los antepasados de la nobleza y la clase alta de las proto-polis de la Hélade, durante la época arcaica. Estos son los héroes primigenios (como la mayoría de las figuras meta-humanas del periodo mítico) que serán el molde ejemplar de los héroes actuales. Sin embargo, la heroicidad griega difiere mucho con los posteriores, pues el concepto de moralidad no atañe de manera directa con el deber-ser que les adjudicamos a las figuras heroicas de hoy.
Un héroe ponía ante todo su honor como la razón de su existencia. En la época arcaica, se concebía la educación para las clases altas nobles dada la importancia del “areté”.
“El castellano actual no ofrece un equivalente exacto de la palabra. La palabra “virtud” en su acepción no atenuada por el uso puramente moral, como expresión del más alto ideal caballeresco unido a una conducta cortesana y selecta y el heroísmo guerrero, expresaría acaso el sentido de la palabra griega” (Jaeger, 1995:20-21).
Cuando aquí se refiere a virtud también podemos relacionarlo con facultad o atributo que solo era de la nobleza. El areté es un concepto amplio, que abarcaba las condiciones que los hombres nobles iban desarrollando: no solo se apelaba a la destreza o a la fuerza, sino otras características que los engrandecían y los acercaba a la perfección del hombre, hombre de los tiempos remotos: Para la imagen de Ulises la astucia y el ingenio conformaban parte de su areté:
'Preguntaste, ciclope, cuál era mi nombre glorioso y a decírtelo voy, tú dame el regalo ofrecido: ese nombre es Ninguno. Ninguno mi padre y mi madre me llamaron de siempre y también mis amigos.' […]Desde el fondo del antro les dijo el atroz Polifemo: ¡Oh queridos! No es fuerza. Ninguno me mata por dolo. Y en aladas palabras respuesta le daban aquéllos: 'Pues si nadie te fuerza en verdad, siendo tú como eres, imposible es rehuir la dolencia que manda el gran Zeus, pero invoca en tu ayuda al señor Posidón, nuestro padre. Tal diciendo se iban y yo me reí en mis adentros del engaño del nombre y el plan bien urdido. (Homero, 1993:237,239)
En el fragmento anterior, se narra el encuentro de Ulises con el cíclope Polifemo dónde el héroe hace gala de su astucia pues incrementó su areté por tal causa.
Odiseo deja ciego a Polifemo gracias a su astucia [3]
Este concepto era básico en la educación de a los jóvenes nobles tanto por padres y mentores, instándolos a dar todo en batalla: “El anciano Peleo encomendó a su hijo Aquiles descollar siempre y sobresalir por encima de los demás […]” (Homero, 1993:331). Por cada victoria, el héroe aumentaba su areté, y sobresalía. Estos enfrentamientos plagados de hazañas que daban gloria a los héroes se lo conoce como aristeia(excelencia, superioridad) y comparte su raiz etimológica con areté y con aristocracia (poder de la nobleza) constatando aún más que estos conceptos de la Grecia arcaica eran solo compartidos por las clases altas.
La fuerza y la palabra, en su justa medida, son enseñadas por los mayores nobles a los jóvenes como características que engrandecen el areté de los héroes, según su personalidad: “el poeta le opone a Odiseo maestro de la palabra, y Áyax, el hombre de acción. Mediante este contraste pone de relieve, del modo más claro, el ideal de la más noble educación […]” (Jaeger, 1995:24).
La honra y la aristeia, rivalidad y gloria
La aristeia y el honor alimentan el areté, por cada hazaña bélica como las planteadas en la Ilíada o de astucia como las que presenta la Odisea, son productos de enfrentamientos contra la figura del rival: otros héroes o criaturas antagónicas a los héroes aqueos.
Ambos conceptos representan factores claves que desatan conflictos de rivalidades que decantarán en la victoria (dependiendo del favor de los dioses y el destino) en las confrontaciones.
En la Ilíada, el deshonor es lo que desatará los hechos acontecidos en toda la obra, deshonor producto de la desaprobación uno contra uno, buscando el oprobio para desatar la lucha y que el areté de alguno de los enfrentados se vea acrecentado. La cólera del pélida[1] Aquiles se desata por la deshonra causada por el otrora rey de Micenas, Agamenón, quien lo humilla frente a los ilustres aqueos en plena reunión:
"Pero te voy a hacer esta amenaza [dice Agamenón]: igual que Febo Apolo me quita a Criseida, y yo con mi nave y con mis compañeros la voy a enviar, puede que me lleve a Briseida, de bellas mejillas, tu botín, yendo en persona a tu tienda, para que sepas bien cuánto más poderoso soy que tú, y aborrezca también otro pretender ser igual a mí y compararse conmigo.» Así habló, y la aflicción invadió al pélida, y su corazón dentro del velludo pecho vacilaba entre dos decisiones: o desenvainar la aguda espada que pendía a lo largo del muslo y hacer levantarse a los demás y despojar él al átrida, o apaciguar su cólera y contener su furor." (Homero, 1993: 109)
Aquiles, ante la provocación del rey, se ve en la disyuntiva de hacer valer su honor en enfrentamiento y luchar por la prevalencia de su areté contra un compatriota, o serenarse: aquí interviene la diosa Atenea quien frena las intenciones de lucha del héroe.
Otro enfrentamiento entre rivales es el de Menelao contra Paris, el rey espartano quien ha sido mancillado por parte del príncipe troyano. Esta es la causa poética del enfrentamiento entre griegos y troyanos que se extendió ya diez años causando muerte y sufrimiento a ambos bandos. Ante esto, es el heredero del rey Príamo y hermano de Paris, Héctor quien ofrece a los aqueos acabar la disputa dejando todo en el enfrentamiento del príncipe troyano contra el monarca de Esparta:
"Mientras los dos se acostaron en el torneado lecho [París y Helena], el átrida, parecido a una fiera, recorría la multitud tratando de divisar en algún lugar al deiforme Alejandro. Pero nadie de los troyanos ni de los ínclitos aliados pudo indicar a Menelao, caro a Ares, donde estaba Alejandro [nombre alternativo de Paris]. No lo habrían ocultado por amistad, si uno lo hubiera visto, pues para todos ellos era tan odiado como la negra parca. Entre ellos tomo la palabra Agamenón, soberano de hombres: ≪! Oídme, oh troyanos, dárdanos y aliados! A la vista está que la victoria es de Menelao, caro a Ares. Vosotros a la argiva Helena y las riquezas con ella devolvednos, y pagad una multa que parezca apropiada y se mantenga además en la memoria de los hombres futuros.≫ Así hablo el átrida, y todos los aqueos lo aprobaron." (Homero, 1993:165,166)
Menelao se enfrenta a Héctor, tras la huida de Paris [4]
En esta cita se aprecia que la victoria de esta batalla fue dada a Menelao quien sostuvo un fiero combate ante su ofensor Paris: su areté se vio afectado por el rapto de Helena. Tras esto, la palabra la toma Agamenón quien exige a los troyanos cumplir con lo pactado, lo que no sucede, pero si se ve repuesta parte de la honra del rey espartano, y su areté se ve elevado ante los ojos de los suyos y de los enemigos.
Héroes épicos: amistad, amor, ira y muerte
Otra cualidad heroica reflejada en las obras homéricas es la de la amistad, desde la camaradería hasta pasiones sugerentes. El más claro ejemplo que podemos citar es la relación de Patroclo y Aquiles, quien ve en este un hermano y un bien amado, y su muerte despierta cólera tal en el héroe aqueo que cualquier otra deshonra antes sufrida.
Ciego de furia, desafía en combate al asesino del su amigo, el príncipe Héctor, quien da una ardua pelea. Sin embargo, no puede contra la fuerza del semidiós, y tomando sus rodillas (en claro rito griego de clemencia) le suplica que devuelva su cuerpo al rey Príamo para que le den sepulcro y ritos funerarios. Aquiles, lleno de rencor, no cede ante las súplicas y lo remata, y continúa gritándole que no hará lo que le ha pedido. Luego ata de los pies el cadáver del héroe troyano a un carro que rodea la ciudad despedazando el cuerpo; no dará el cuerpo al rey Príamo hasta pasados varios días, después que el propio monarca de Ilión se escabulle hasta el campamento del asesino de su hijo y le ruega que le devuelva los restos de su hijo.
Aquiles destroza el cadáver de Héctor con su carro [5]
Estos hechos son relatados desde el canto XVIII, y la muerte de Héctor se produce en los versos narrados en el canto XXII. Sin duda, la violencia con la que se maneja Aquiles ha dado a su areté una valía nunca antes vista, pues ha asesinado a quien tantos problemas le causó a los aqueos, pero le costó un sufrimiento tal que movió los dolores y odios más profundos del héroe.
En cuanto a la muerte, se la percibe como la belleza y exposición máxima del areté. Los héroes piensan que la muerte en batalla digna les da la inmortalidad en la historia: el recuerdo de sus hazañas les sobreviviría a las generaciones venideras (y de hecho esto ocurre pues incluso hoy en día recordamos las hazañas que llevaron a cabo los héroes de las ficciones homéricas):
“Quien se estima a sí mismo debe ser infatigable en la defensa de sus amigos, sacrificarse en honor de su patria […] para apropiarse de la belleza […] Quien se sienta impregnado de la propia estimación preferirá vivir brevemente en el más alto goce que una larga existencia en indolente reposo; preferiría vivir un año sólo por un fin noble…” (Jaeger, 1974:28-29).
Así es como el propio Aquiles escoge tal destino y sabe bien que le sobrevendrá una muerte temprana. Sin embargo, el ideal del areté que inmortaliza al héroe se ve contrariado cuando Ulises debe realizar un viaje a las puertas del hades (Nekya) para hablar con el adivino Tiresias. Allí se encuentra con algunos de sus compañeros caídos en Troya y entabla diálogos con estos, entre ellos el gran Aquiles:
"[Dice Ulises al fantasma de Aquiles:] Tú, Aquiles, fuiste, en cambio, feliz entre todos y lo eres ahora. Los argivos te honramos un tiempo al igual de los dioses y aquí tienes también el imperio en los muertos: por ello no te debe, ¡oh Aquiles!, doler la existencia perdida! Tal hable. Sin hacerse esperar replicándome dijo: 'No pretendas, Ulises preclaro, buscarme consuelos de la muerte, que yo más querría ser siervo en el campo de cualquier labrador sin caudal y de corta despensa que reinar sobre todos los muertos que allá fenecieron." (Homero, 1993:279)
Se aprecia que, a pesar de la honra que sobrevive la muerte y el areté como virtud máxima del héroe que muere temprano en combate, Aquiles se ha convertido en un infeliz espectro que habita el Hades entre lamentos, aunque Ulises le comenta sobre la suerte de su hijo en la guerra en Ilión por lo que siente orgullo de las hazañas de joven aquélida.
Para concluir...
La concepción de los valores heroicos en la Antigua Grecia, vistos desde la obra homérica, dejan entrever el contraste entre el héroe épico y el actual dentro de la ficción.
Podemos ver como las clases dominantes guardaban para sí las figuras heroicas que eran justificadas por esta virtud del areté, y que tales hombres que se acercaban a la perfección, no tenían devenires morales ni diligencias empáticas hacia otros. Al contrario, el egoísmo y la soberbia alimentaba las fuerzas para sostener el honor en contiendas con rivales por la supremacía total.
Sin embargo, el concepto de areté mutaría conforma las polis se fuesen desarrollando, entre la actividad política de los ciudadanos de diferentes clases (siempre que fuesen hombres libres) y las reflexiones de las distintas escuelas filosóficas, construyendo nuevos modos de entender la virtud.
Asimismo, en el ámbito literario, el héroe épico padecería una transformación con el surgimiento del Teatro Griego. Una primera deconstrucción del héroe lo haría sucumbir ante sus desmesuras (hybris), dejándolo vulnerable ante su destino y el demos. Serían ejemplos de moralidad, no por sus hazañas, si no por sus desgracias devenidas del areté propuesto por la épica.
Para cerrar con una nota positiva en torno a este tema, les compartimos una canción más de Destripando la Historia que relata, de manera veraz, los hechos atribuidos a Heracles, el mayor de los héroes. ¡Esperamos que se diviertan!
Bauzá, H. (2007)
El mito del héroe. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, Argentina.
Homero (1993) La Ilíada. Editorial Gredos.
Madrid, España.
Homero (1993) La Odisea. Editorial Gredos. Madrid,
España.
Jaeger, W. (1995)
Paideia: Los ideales de la cultura griega. Fondo de Cultura Económica. México
D.F., México.
Lesky, A (2009)
Historia de la Literatura Griega. Editorial Gredos. Madrid, España.
Notas:
[1] Un tipo de epíteto común en la literatura griega es el uso de patronímicos. Al igual que los apellidos en la actualidad, indican su procedencia familiar. ‘Pélida’ indica que es hijo de Peleo; ‘Átrida’ que es hijo de Atreo.
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